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ISSN: 2306-0603 (impresa) - 2411-0094 (en línea)
Revista Científica de Ciencias de la Salud,
2020: 13(1), 37-43
INTRODUCCIÓN
La dinámica familiar provoca cambios que
se reejan en los componentes cognitivos,
afectivos y comportamentales de cada uno de
sus integrantes (Isaza y Henao, 2011). En ese
sentido, las familias que generen un ambiente
caracterizado por una constante comunicación,
expresividad, práctica de valores, organización
de responsabilidades y cumplimiento de las
normas, fomentarán en sus hijos un desarrollo
adecuado de su persona (Guerrero y Mestanza,
2016). Por ello es necesario que el clima que se
genere en la familia sea el más adecuado para
favorecer el desarrollo integral, no solo de los
hijos, sino de todos los integrantes.
De acuerdo a Moos y Trickett (1974) el clima social
familiar es la percepción de las características
socio-ambientales que presenta la familia, la
cual se describe de acuerdo a interacción de
los integrantes de la familia, los aspectos de
desarrollo que son más relevantes en ella y su
organización. En virtud a lo expuesto, las familias
que tienen una organización cohesionada,
realizan un control continuo y brindan afecto así
como comprensión a sus hijos, permiten lograr
un desempeño social continuo y consistente en
ellos (Isaza y Henao, 2011).
El clima social familiar presenta 3 dimensiones:
relaciones, desarrollo y estabilidad. La dimensión
relaciones evalúa el nivel de comunicación y
espontaneidad que se da en la familia y el nivel
de interrelación conictiva que la caracteriza.
La dimensión desarrollo busca desarrollar los
procesos de despliegue individual que ocurren
y se fomentan dentro de la familia. Por último,
la dimensión estabilidad está referida a la
estructura y formación de la familia y a la manera
cómo se ejerce el control entre sus integrantes
(Santos, 2012).
Por otra parte, se ha evidenciado también
que el entorno familiar también inuye en la
percepción que los hijos tienen de sí mismos,
en todos los ámbitos en los que se relacionen
(Malca y Rivera), es decir, fomenta un favorable
autoconcepto. No obstante, la percepción de
un clima familiar negativo repercutirá en cómo
perciban la imagen de sí mismos, su autoestima
y motivación (Romero, 2015).
El autoconcepto es denido por Salum, Marín y
Reyes (2011) como “el conjunto de juicios tanto
descriptivos como evaluativos acerca de uno
mismo, es decir, en él se expresa el modo en que
la persona se representa, conoce y valora a ella
misma” (p.256). Bajo esa mirada, su función es
fomentar que la persona se entienda, se guíe y
pueda controlar o autorregular su conducta. Por
otro lado García y Musitu (1999) señalan que el
autoconcepto es entendido como la percepción
que una persona tiene de sí misma, la cual se
basa en sus experiencia con los otros y en las
atribuciones de su propia conducta. En ese
sentido, un autoconcepto adecuado promueve
un correcto funcionamiento personal, social y
profesional (Palacios y Coveñas, 2019).
García y Musitu (1999) realizó investigaciones
sobre el autoconcepto indicando que presenta 5
dimensiones: el autoconcepto académico, social,
emocional, familiar y físico. El autoconcepto
académico se reere a la sensación que la
persona demuestra de la calidad de desarrollo de
su propio papel, en el área que se desenvuelve.
El autoconcepto social tiene que ver con la
percepción que una persona tiene sobre su
desenvolvimiento con los demás. En cuanto al
autoconcepto emocional, se reere a la forma
cómo las personas ven su estado emocional
y las respuestas a situaciones puntuales, con
cierto nivel de responsabilidad e implicación
en la vida cotidiana (García y Misuto, 1999).
Respecto al autoconcepto familiar, tiene que ver
con la percepción de las personas sobre cuán
implicadas están en la participación e integración
en el seno familiar. Finalmente, el autoconcepto
físico se reere a la forma cómo la persona ve y
valora su aspecto y condición física.
De acuerdo a lo expuesto, la presente
investigación tiene como objetivo general
determinar la relación que existe entre el clima
social familiar y el autoconcepto en estudiantes
de educación secundaria de una institución
educativa estatal de El Triunfo.
METODOLOGÍA
El enfoque de la presente investigación fue
cuantitativo puesto que para realizar la prueba
de hipótesis se procedió a recoger datos, lo
cual hizo posible el análisis estadístico y la
medición numérica de la información obtenida y
sistematizada por los instrumentos que fueron
aplicados (Sánchez, Reyes y Mejía, 2018).
En cuanto al diseño, fue no experimental
ya que las variables no fueron manipuladas