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ISSN: 2306-0603 (impresa) - 2411-0094 (en línea)
Revista Científica de Ciencias de la Salud,
2019: 12(2), 25-36
y polimedicalizados, sometidos a múltiples
tratamientos y procedimientos invasivos, que los
tornan aún más vulnerable a los EAM. (Sakuma,
2014) A propósito del tiempo de hospitalización,
los EAM ocurrieron en niños con menos de siete
días de internación, lo cual concuerda con otros
estudios, donde la media de hospitalización
osciló entre cinco y siete días (Ji, 2018)
(Riquelme, 2013). Sin embargo, discrepa de lo
armado por autores de Brasil y Etiopía, quienes
calcularon que estuvo ocho y nueve días (Teles,
2010 (Eshtie, 2019), y con Rodríguez et al
(Rodríguez, 2017), quienes determinaron que la
media de días de estancia intrahospitalaria en
la que se registraron EAM fue de 11,4 ± 8 días.
Ante esta realidad es importante acotar que, un
día más en el hospital, representa 24 horas más
de exposición su ambiente, intervenciones y con
frecuencia más medicamentos, por tanto, más
riesgo a un sin número de factores que pueden
desencadenar un EAM o cualquier otro EA. Con
respecto a este análisis, Riquelme y Ourcilleón
argumentan que “por cada actividad o proceso
que se incorpora a la atención de un paciente, la
posibilidad de que ocurra un EA se incrementa
en un 1%” (Riquelme, 2013). En lo que concierne
a los medicamentos implicados, en el presente
estudio fueron los antibióticos (21,74%), esto
mismo lo arman Monroy y Nagles (Monroy,
2014) con un 40,76% de los EAM; asimismo en
la revisión hecha por Martínez et al. (Martínez,
2018). Porcentajes aún más elevados, es decir,
72%, devela Eshetie (Eshetie, 2019).
En cuanto a las consecuencias producidas por
los EAM, la prolongación de la estancia no solo
ocurrió en un 15% de los casos, sino también
tuvo una asociación estadística signicativa (p=
0.0018), la cual también fue encontrada por
Fajreldines (Fajreldines, 2019), quien además
pudo determinar que en promedio pueden ser
3,14 días más de internación, a consecuencia
de los EAM, lo que se traduce en mayor costo
económico. Tal situación es consecuencia de
lesiones físicas al paciente, como es el caso
de la ebitis química, tal y como se demostró
en la clínica estudiada y por Milutinović et al
(Milutinović, 2015) Otros aspectos analizados
fueron los factores intrínsecos del niño que
pudieron haber propiciado los EAM. Desde
el punto de vista estadístico no se hallaron
asociaciones signicativas, pero es imperativo
recalcar que, Eshetie et al (Eshetie, 2019) y
Martínez et al (Martínez, 2014), evidenciaron
que los EAM son más comunes en los primeros
años de la vida. De hecho, es sabido que el
paciente menor de un año de edad, tiene una
actividad metabólica reducida, por lo que
acumulará más medicamento y probablemente
ese pequeño paciente se intoxique (Gonzáles,
2016). En los que el peso no supera los 10
kilos, como en el caso de lo hallado en la clínica
colombiana, es decir 55% y en el estudio de
Suntasig (Suntasig, 2015), donde el 81.4% de
los niños estaban en esta condición, hay mayor
cantidad de agua corporal, y, por tanto, mayor
volumen aparente de distribución del fármaco,
cuyo comportamiento se afecta cuando son
solubles en agua. Lo mismo ocurre con la
excreción de la mayoría de los fármacos, porque
los procesos de secreción tubular también
podrían estar inmaduros y normalizarse al año
de vida. (Gonzáles, 2016) Otro hecho que puede
constituirse en un riesgo para los niños es la
polifarmacia, que estuvo presente en el 91,30%
de los casos, principalmente con antibióticos y
analgésicos. En este sentido, Woo et al (Woo,
2015) en Corea encontraron también que esta
condición era muy común en los pacientes que
presentaban EAM, con una mediana de 21,0
medicamentos durante su tratamiento. Ante
este panorama, el conocer y capacitarse sobre
la acción farmacológica, dosis, interacciones y
reacciones adversas de los medicamentos de
uso más frecuente en pediatría, se constituye
en una obligación del personal de enfermería
que habitualmente labora en estos servicios
y el profesional debe velar porque esto se
cumpla. Entre tanto, con respecto a los factores
extrínsecos, la jornada laboral podría ser uno de
ellos, porque se pudo evidenciar que la mayoría
de los EAM (44%) ocurrieron en la noche y 26%
en la mañana, lo que concuerda con lo observado
por Martínez-Ozuna et al (Martínez, 2018), pues
en su estudio, un 36.9% de EA se dieron en la
noche y un 34.8%, en la mañana. De manera
similar, Achury et al (Achury, 2017) hallaron que
el 39,6 % de estos EA se presentó en horario
nocturno. Esto se puede relacionar con los
resultados de carga laboral en la investigación
realizada por Cuadros et al (Cuadros, 2017), en
donde el autor analiza que el trabajo aumenta en
las horas de la noche; de hecho, en el servicio
de pediatría se evidenció en la asignación de 4,8
a 5,0 pacientes por enfermera en el turno de día,
mientras que en el turno de noche aumentó de
6,4 a 7,0.
En cuanto a las intervenciones de enfermería,
los EAM pueden deberse a que como se
corroboró en la investigación a través de
análisis de las historias clínicas, no se siguen